Quisiera ser una mariposa y poder volar, volar lejos, y volver. Recorrer el mundo con alas suaves, ser sutil y revolucionaria. Y así de inocente, con mis colores brillantes y mi diminutéz, agito mis pequeñas alas y causo un terremoto al otro lado del mundo.
¿Dónde oí esa analogía? Viene a mi mente como una luz incandescente y vuelvo a su significado oculto como atrapada en un campo de intermitencias.
Y entonces, ¿qué pasaría si, de pronto, este cuarto ya no fuera este cuarto, y la cama en la que estoy recostada fuera un espacio vacío, y así igual con las paredes y el techo? Espacio vacío, infinito; recostada en un universo incomprendido, incapaz de ser concebido por la mente, y flotar en la eternidad, ausente de todo y a la vez presente en todos lados.
Anonadada por la proyección de mi imaginación suspiro y doy otro sorbo al café caliente. Aún estoy aquí, lógicamente; no soy una mariposa que causa catástrofes ni tampoco floto en el espacio infinito. Estoy aquí sentada, aún con mis recuerdos e ilusiones, haciendo formas en un cuaderno que les brinden interpretaciones.
En cuestión, lo que me hace volver al papel y enredarme en tanto palabrerío es la inmortalidad de las ideas, porque busque donde busque afloran descontroladas, sin orden ni coherencia algunos, pero eso es lo más entretenido. Y esto de la mariposa vuelve a mí continuamente, es que estoy segura de que algo me está queriendo decir, muy adentro en mi inconsciente y yo aún no he abierto la tapa para que salga a la luz semejante misterio.
Sospecho que éste haya sido un escrito más infundamentado y descolgado como tantos otros, y quizás termine siendo un viejo papel arrugado sin título en el cuaderno. Pero sin arrepentimiento me planto acá mismo a declararme orgullosa, porque esta escritora novata aspira a ser mucho más, y ninguna letra dicha o escrita que esté infundida con ese deseo va a ser inútil o desmerecida. Y con todo esto dicho seguiré entonces volando lejos, muy lejos, para ver todo desde allá y luego volver, volver para contarlo.
¿Dónde oí esa analogía? Viene a mi mente como una luz incandescente y vuelvo a su significado oculto como atrapada en un campo de intermitencias.
Y entonces, ¿qué pasaría si, de pronto, este cuarto ya no fuera este cuarto, y la cama en la que estoy recostada fuera un espacio vacío, y así igual con las paredes y el techo? Espacio vacío, infinito; recostada en un universo incomprendido, incapaz de ser concebido por la mente, y flotar en la eternidad, ausente de todo y a la vez presente en todos lados.
Anonadada por la proyección de mi imaginación suspiro y doy otro sorbo al café caliente. Aún estoy aquí, lógicamente; no soy una mariposa que causa catástrofes ni tampoco floto en el espacio infinito. Estoy aquí sentada, aún con mis recuerdos e ilusiones, haciendo formas en un cuaderno que les brinden interpretaciones.
En cuestión, lo que me hace volver al papel y enredarme en tanto palabrerío es la inmortalidad de las ideas, porque busque donde busque afloran descontroladas, sin orden ni coherencia algunos, pero eso es lo más entretenido. Y esto de la mariposa vuelve a mí continuamente, es que estoy segura de que algo me está queriendo decir, muy adentro en mi inconsciente y yo aún no he abierto la tapa para que salga a la luz semejante misterio.
Sospecho que éste haya sido un escrito más infundamentado y descolgado como tantos otros, y quizás termine siendo un viejo papel arrugado sin título en el cuaderno. Pero sin arrepentimiento me planto acá mismo a declararme orgullosa, porque esta escritora novata aspira a ser mucho más, y ninguna letra dicha o escrita que esté infundida con ese deseo va a ser inútil o desmerecida. Y con todo esto dicho seguiré entonces volando lejos, muy lejos, para ver todo desde allá y luego volver, volver para contarlo.
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