La mia vita.

      Me diste ganas de escribir, me enloqueciste la cabeza, me pusiste inquieta y angustiada... sí, vos, la Vida misma. Porque estás llena de recovecos atrayentes, de luces incandescentes que me atraen como a una mosca, porque también tenés partes a la sombra que me resulta imposible resistirme a investigar.
       Sí, sos la culpable de todo, de que en cada paso que dé haya algo nuevo de qué preocuparse y otras miles de razones por las que sonreir; pero tenés el arte de que lo difícil sea lo más deseado y nos hagas perseguirlo sin cansancio llenando nuestra cabeza de dualidad y confusiones, en vez de relajarse y disfrutar.
       Me hacés correr, buscar el camino que aún nadie ha descubierto para llegar a la cima de la montaña más alta; sos tan increíblemente atractiva que no puedo evitar ilusionarme y saltar de emoción cuando te veo cara a cara en el amanecer, en el calor de la familia, en la fuerza del mar y en la magia del amor. Y luego de nuevo llorar por vos, porque me parecés cruel, fría y vengativa, porque siento que no te importa romper mis ilusiones y gozás haciéndome ver la cruda realidad. Pero cuando salgo de ese pozo logro entenderlo bien, y estoy de nuevo agradecida por todo eso y por tanto más; vuelvo pronto a fascinarme con tus ojos y luego a caer en el abismo. Y es imposible dejar de mirar hacia abajo, porque el vértigo me retroalimenta... quizás después de todo esté bueno vivir un poco al límite, porque allí todas las posibilidades son excitantes y decisivas y siempre positivas, si es que realmente queremos vivir al límite y no morir al límite.
       Así que vuelvo entonces arrepentida, con la cabeza gacha después de todo, a decir Gracias, por el dolor de cabeza que hoy me llevo a la cama, las arrugas en el corazón y el terremoto de ansiedad interna. Gracias por enseñarme lo que es la tormenta para despabilarme un poco de la bobada de gorriones y maripositas y mostrarme una realidad más amplia y pura, una realidad acogedora y placentera que sólo hace falta elegirla y aceptarla para tenerla; lo demás es puro cuento.



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