como si pudiera percibir el mundo desde la comodidad de lo etéreo..
Me veo ahí sentada, con la cabeza gacha y las piernas dobladas, con un suspiro vacío y la mente perpleja. De vez en cuando giro la cabeza para dar un vistazo al reloj, que marca minuto a minuto, impaciente, constante. De fondo el eco del viento soplando, susurrando melodías imperceptibles, imitando el canto de las vitales olas.
Y me veo desde arriba como si pudiera percibir el mundo desde la comodidad de lo etéreo, como si me tornara a un nivel de percepción muy distinta y observara con apatía una escena ajena que se asemeja en lo profundo al latir de mi pulso. Ahí estoy con los ojos fijos, ausentes de la realidad y hundidos en interpretaciones paradójicas. Contemplando el paso del tiempo, reflejado en las grietas de la piel, y en las imperfecciones de las manos que demuestran acción y reacción. Sus poros me hablan y me dicen que han luchado, que la vida es dura para la conciencia humana, pero que ese sufrir es placentero si aprendes a admirar la vida con otros métodos extrasensoriales.
Si indago un poco más en mi mente puedo notarme anonadada, perpleja, y sumo segundos a mi reloj sin aceptar que en el fondo tengo miedo. Vemos como seres cercanos, queridos, parten a lo desconocido y nos abandonan. Nos vemos obligados a despedirnos, y en consecuencia, a replantearnos la propia existencia. Notamos lo efímera que puede ser la vida y la insignificancia a la que se reduce cuando la asociamos al término antagónico “vida-muerte”. Es aquel el momento en que descubrimos (o volvemos a descubrir) el hilo del que nuestro haz de vida está pendiente, que es capaz de quebrarse fácilmente o también fortalecerse y pasar a la condición de inmortal. Porque nada es seguro, y no existe verdad absoluta que pueda ser verificada y comprobada. Por este motivo no deben creer ninguna de mis palabras con seguridad, ni yo tampoco puedo considerarlas seriamente.
Entonces vuelvo al estado de quietud mental, de contemplación. Me desespero por entender y descubro que todo eso que pretendo aprender es tan infinito como el numero de átomos que rigen el universo. Es inquietante, es ilógico.
Nuestra capacidad de concebirlo es casi nula. Pero luego de quitar los ojos de la luz, admiro con una mezcla de claroscuros lo que mis sentidos me permiten percibir. Es glorioso, es inefable, imposible de describir… y pensar que dicen que se trata tan sólo de una “ilusión”, de una creación de la mente. ¿Podrá ser verdad?
Soy entonces un alma positiva y negativa, soy polar y ciclotímica. Entro en ebullición y no paro de replantearme cosas. Pero me asombro, me confundo, me enloquezco y también sonrío de satisfacción. Y luego respiro… tan solo respiro, y se inmoviliza la mente. El reloj sigue su conteo intermitente… el tiempo no va a detenerse. Siguen pasando los años frente a nuestros ojos, y nosotros consentimos con la mirada mansa, tibia.
Todo eso me deja transfigurada, modificada molecularmente, en estado de alerta. No obstante, vuelvo mi rostro hacia un espejo y el reflejo que veo es joven, animoso, lleno de espíritu carnal y esencia divina. Sigue pensativo, con los ojos bien abiertos, contemplando…
16-12-11
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