Precipitación infinita

Exposición "Obsesión Infinita" de Yayoi Kusama

  A veces pienso en el pasado y me hundo como en la nebulosa del infinito. Las cosas están ahí pero cuanto más me acerco, más se alejan; no puedo tocarlas, nunca, y la sensación de su presencia-ausencia se ahuecan en mí como una precipitación infinita al vacío.
   Pero en realidad yo no salto, sigo inmóvil, paralizada, cada vez más hundida en el barro del pasado pero desesperadamente encadenada al presente. Miro a mi alrededor tiesa y sorprendida: ¿siempre estuvieron allí todas esas cosas? Esta cama, estos muebles, estos libros también están cargados de pasado, y sin embargo... se los ve tan inmunes al recuerdo. ¿He cambiado acaso o seré otro quieto muñeco observado desde la biblioteca?.
   El amor es como el infinito. No tiene límites, y también quizás por eso es inabarcable. Nunca sabes en verdad si amaste, o si amaste lo suficiente, y aún teniendo al amor en el alma, y en las manos, se sigue sintiendo lejos, inmenso, inalcanzable. Y todo lo presente ya de pronto es pasado, y se aleja, y no se puede tocar, como si se resbalara empecinadamente entre los nudillos de las manos.
   El amor es siempre pasado. Siempre se añora, siempre se siente, nunca se toca. Y entonces, nosotros, somos la deliciosa debilidad del infinito... aquello para lo cual tenemos una palabra pero carecemos de la más remota posibilidad de comprenderlo.

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