Pobre de mi. ¡Pobre del mundo!

Es mejor callar que decir palabras sin saliva.
Es mejor mirar adentro que deslumbrarse con luces que no funcionan sin electricidad.
Es mejor dar pasos firmes que correr sin mirar tus pies.
Es mejor dar la mano siempre que tener que dártela a vos mismo.
Es mejor mirar la luz amarilla del cielo que la de la avenida que te hace frenar.
Es mejor mojarse las mejillas que taparlas con rubor.
Es mejor tajarse las manos que utilizarlas sólo como mostrador.
Es mejor besar que morderse los labios.
Es mejor que se te marquen los hoyuelos de reír que arrugarse la frente de tanto pensar.
Es mejor tener el corazón con vendas que liso y frío por no haber amado.
Es mejor reponer las piezas que no haberse animado a jugar,
Es mejor haberse decepcionado que no haber tenido la oportunidad de confiar.
Es mejor hacer el amor con alguien que revolcarse con un millar.
Es mejor haber sobrevivido que nunca haber sentido el vértigo de fracasar.
Es mejor aceptar así al mundo que juzgarlo por lo que no pudo ser.
Es mejor oír nuestras risas que escuchar el ruido sordo del tren.
Es mejor verte recién despierto que no conocerte sin el traje puesto.
Es mejor embarrarse el cuerpo que no haber podido ver la lluvia caer.
Es mejor poder tocarte que saber que tenes miedo de que me acerque a tu piel.
Es mejor enfrentar mil verdades que vivir en una mentira con dulce sabor.
Es mejor no creerse nada que andar con altavoces de bienhechor.
Es mejor amar sin motivos que volverse frío y calculador.
Pero ¡pobre del mundo!
Que toma por negro al blanco y lo derecho al revés.
¡Pobre de mi!
Que asumo que las palabras más genuinas van a ser comprendidas por más de dos o tres.
¡Pobre de vos!
Que te caíste rendido sin siquiera saberlo porque nunca te enseñaron a resistir.
¡Pobre de todos nosotros!
Que no nos avivamos
que en este mismo mundo
está todo aquello
que puede hacernos feliz.


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