Migajas de un corazón inconexo

El arte
de hablar con la mirada,
besar en silencio
con graves tonos.
Los ojos de tinte vidrioso
son tuyos
y los admiro,
tan dulces y trágicos
pero vulnerables. 
Y así te desprendés del deseo,
te vas lavando
como tus ojos grises 
de animal asustado.
Te desvanecés en un suspiro
y volvés
conteniendo el aire. 
Tus manos secas y lisas
toman las mías
con una caricia helada.
Te descubro laxo,
diminuto,
desamparado,
pero me ofrecés sonrisas
que valen millones
de lágrimas.
Caminamos a paso lento,
casi estáticos,
cargando con el viento
estos meses intermitentes.
Me vuelvo ajena,
no digo nada,
mucho rubor en los pómulos 
y la piel estirada.
Ahora el cielo,
con cara de nada,
me mira fijo,
y de pronto se cierra
en un gran vacío
laico y puro,
que se lleva con él las ganas.

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