Todo lo que muere es porque alguna vez vivió


     La poesía está para hacer la revolución. La poesía, la música, el ritmo, la prosa. La escritura existe porque existen las emociones, porque necesitamos expresarlas, porque ellas son las que pueden cambiar el mundo. La revolución no es material, no es mecánica, no es tecnológica; la revolución es la de la mente. Y el alma, juntas. Una revolución implica siempre matar o morir, o ambas. Matar al enemigo o liberarlo: bendita poesía.
       La poesía está ahí para derrotar al enemigo más fulgurante y diabólico, el que ataca por detrás, el que silencia, ahoga lentamente. El miedo, miedo a sentir, miedo a fracasar, miedo a humillarse, miedo también a morir, simbólica o corporalmente. El miedo nos hace asesinos de absolutamente todo, de nuestro anhelos, de nuestros proyectos, de nuestras relaciones más queridas, de nuestras propias vidas. Estamos indefectiblemente seducidos y y manipulados por su poder.
       El arte es la revolución. La vida y la muerte; una guerra constante de la vida por sobre la muerte o de la muerte renaciente en vida. La cadencia de cada palabra, de cada dibujo, de cada figura, sublima las batallas más oscuras del inconsciente: entre el miedo y el resto de las emociones. La poesía está ahí para cambiar el mundo, para poder gritar a pesar del mutismo, para callar a pesar de los gritos, para suavizar a pesar de su aspereza, para cortar a pesar de su armonía. Somos el arma del futuro, contra nosotros mismos, cuando agarramos la lapicera o el pincel. Entiendo por qué nos llaman bohemios, rebeldes, locos: no puede entender quien nunca tuvo el fuego de la muerte quemándole las tripas.
      Es necesario morir, una y otra vez. Morir, las veces que sea. Pero morir para sobrevivir, ganarle la guerra al miedo paralizante. Animarse a escribir es matar todo lo que una vez creímos, es dejar morir todo aquello que pedía a gritos volverse ceniza, es abandonar el campo seguro y salir al combate. La revolución es inevitablemente la muerte, la muerte más llena de vida que conozco: la de la transmutación.
       Todos sabemos que nadie se baña dos veces en el mismo río, y quizás entendemos que todo lo que muere es porque alguna vez vivió, pero no nos acordamos que el arte, querido arte, es la llave maestra de la vida.






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