El ángel de las fachadas

Me gusta verte a la cara
especialmente de noche.
Me gusta cuando te sudas
y te embadurnas en conciencia:
cuando tomás el vaso y me sonreís,
perspicaz, ocultando mucho.
Me gusta que te pongas nervioso
y me aceptes, sin insistir, 
con un trago largo:
"soy un cagón".
Me gustás más cuando no tenés miedo,
cuando estás ligero de ropa
y de prejuicios.
Cuando sos capaz de decirme
"me gusta cómo hablás"
en insinuas, elegantemente
que te gusto un poco.
Me gusta ese yo tuyo,
el que está detrás de esos labios carnosos
y esos dientes enormes;
el que sabe, en el fondo,
que lo nuestro termina en amor.
Me gusta porque me gusta,
porque no me importa un carajo
lo que venga después.
Pero lo que más me gusta
es saber que detrás de toda la fachada
se esconde el corazón ardiente
de un chabón que pide ser amado.
Me gusta, sin más,
cuando me querés convencer
de que sos frío y calculador,
pero cuanto más habla tu boca
más me gusta saber
que a la noche puedo besarla
mientras me mirás,
suplicante,
de que le tenga piedad a tu ausencia.

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