En duelo por la Patria

     Estoy triste por Argentina. Una Argentina que ya no tiene unidad más que cuando se habla de Messi. Todo el otro resto del tiempo somos una grieta dividida entre River y Boca, entre Capital Federal y el resto del país, entre los heterosexuales y los putos, entre la gente bien y los negros de mierda, entre las putas y las vírgenes , entre Macri gato y Kretina.
     Estoy triste por Argentina porque es capaz de permitir que desaparezca uno de nosotros sin tener rastros de él por dos meses, y nadie hace nada. Nadie hace nada pero todos opinan mucho. Es triste, y avergonzante, ver cómo una muerte, una persona desaparecida (con toda la carga que eso implica en este país) sea olvidada y ahogada entre tanto palabrerío hasta quedar como una cáscara vacía, un nombre de estampita como tantos otros que inmortalizó la prensa.
     Y lo más grave es que estamos tapados hasta la garganta de desapariciones, de violaciones de los derechos humanos, de abuso, de corrupción, de mal uso del poder, de tergiversación de la información, y sin embargo parece que no tuviésemos memoria. Porque poner sobre la mesa otras "figuritas" como Julio Lopez, Marita Verón, Luciano Arruga o María Cash para desestimar la gravedad de lo que estamos viviendo con Maldonado y pelearse entre personajes políticos no es tener memoria, eso es abusar no sólo de su dignidad sino de la de todas las familias que están detrás de esos muertos (o ni siquiera eso, porque se les quitó el derecho de poder ser "vivos" o "muertos" durante mucho tiempo).
     ¿Qué estamos haciendo? Por qué convertimos a Santiago en un discurso antimacrista, en un escándalo por el adoctrinamiento docente, en una excusa de boicot kirchnerista o un plan macabro de la "jefa". Estoy triste por esta Argentina que juega a los muñecos y sus ciudadanos se disfrazan de M o de C para ver quién es mejor, quién tiene más poder o quién tiene la razón. Pero lo peor, es que de paso agarran a una víctima del Estado, del Sistema, o de la violencia argentina, para escupirse, insultarse, desgarrarse y seguir formando cada vez más grieta social.
     Ojalá algún día despertemos y nos demos cuenta de que seguimos desapareciendo en Democracia, todos los días, desde hace incontables años. Y vos, y yo, también podemos desaparecer si no paramos con esta destrucción y enceguecimiento, y no empezamos a hacer las preguntas correctas. 
     Esto no se trata de un juego ni mucho menos. Hay gente desapareciendo y el Estado tiene que dar respuesta; ahí es donde hay que buscarlas. Es nuestro deber como argentinos exigirlo, porque después de todo, ese es el único cuento real detrás de toda esta parafarnalia de discursos huecos.  

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