Dinámico

La brisa, una locura,
y el sinfín de lucecitas en el aire
que se deslizan,
bailan, suben, se sumergen.
Por fuera de la ventana
se ven los bordes,
prolijos, tallados,
amaestrados como el perrito de Fede.
Fede, el muchacho 
de la risa graciosa.
Él y su novia pasean,
cruzan la calle cantando,
se pellizcan cuando saben
que hoy es el día.
Todos lo saben,
todos lo miran,
pululan acicalados, muy paquetes.
Los árboles comentan
haciendo un sonido
parecido al viento.
Y las hojas.
Las hojas caídas
suben a barrer el cielo
y caen desprevenidas
sobre los cabellos de Juana.
Juana, la loca,
la bella, la imperfecta, 
grita y hace ademanes
mientras refracta su risa
como un eco
en las góndolas del viento.
Se aman, se entienden
los locos de la selva cósmica.
Cuando se ven de cerca
parece que tuvieran
las pieles unidas,
y además, en su sonrisa,
los dientes idénticos
la mueca torcida.
Pero hablan y no se escucha,
¿es mímica
o no tienen cuerdas?
Como una guitarra desafinada
que sabe que suena mal,
ellos no suenan y se ríen.
Van con su perro negro:
el perro es Juana
Juana es Fede
Fede es el perro
el perro es el mundo,
su mundo.
Un mundo para ellos,
lleno de botones, lana, cordones
y aquí y allá algunos colores,
pero pocos, no suficientes.
Se agarran de la mano,
siempre fuerte,
y se pellizcan cuando caminan
porque saben
que hoy es el día,
y parece que la vida
durara eternidades.
Es alevoso
que sobra un detalle,
se nota en su paso
demasiado fugaz.
Lo confirma un pájaro,
mira y se detiene. 
De arriba a abajo
giran sus ojos,
en silencio, suspiran. 
La mueca idéntica
los pelos revueltos,
el viento que sube, baja,
gira y se sumerge, 
se consume.
Cuando todo está quieto
se entiende
que no es un secreto,
que hoy es el día.
Fede se ríe gracioso,
Juana es bella y loca
¿Se aman?
Aman al perro
al mundo
a los árboles
y a las luces que bailan.
Llega en agua,
tapa sus pies
sus brazos
el pecho
la cara.
Se refriega contra ellos,
los limpia,
los perdona.
Los árboles susurran
que está todo dicho.
Es evidente,
la selva cósmica
cumple su ciclo,
ellos se despiden.
Y después baja
y vuelve a subir,
porque el agua limpia,
y los árboles miran
y las hojas participan.

Ahí viene la vida
y se va,
y nos lleva
cuando todavía no cerramos la ventana.

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