Círculos

La hoja virtual en blanco y el cursor titilando rítmicamente. En la mano llevo un pañuelo apretado y con la otra me levanto los anteojos desde el vértice de la nariz. Estoy sentada frente a la pantalla tocando las teclas de manera alterna.No, esto no es una novela, ni un cuento, ni un poema, ni un documento histórico, ni bla bla bla…   
Quizás te sorprendí un poco: venías fanatizado con historias fabulosas, brillantes, con giros estilísticos y dramas magnéticos; esto, de pronto, se vuelve un papel sucio, un archivo soso, un desecho producto de una descompostura gástrica.No importa cómo lo quieras clasificar, te vas a volver loco si seguís dándole la vuelta para ponerle una etiqueta. Esta acumulación de ideas la llamaré “cúmulo”; no sé en verdad por qué, quizás porque la palabra cúmulo me suena a algo desorganizado, tal vez anárquico y sin un motivo que lo rija. Entonces, este “cúmulo” será así: párrafos que se escriben solos, ideas que se conectan por sinapsis caprichosas, líneas vacías pero repletas de palabras.
Continúo: como dije, tengo un pañuelo en una mano, verde a rayas; con la otra me levanto los anteojos desde el centro del armazón. Y ese ritual se repite, mientras humedezco mis labios y pestañeo involuntariamente. Ahí al costado llega un mensaje de texto al celular con un ringtone patético, lo leo y lo dejo tirado porque siempre me olvido de responder. Mientras escribo otro párrafo sin sentido ya tengo casi la mitad de la hoja virtual rellena de pavadas. Pero más pavadas son las que pasan por mi cabeza y seguro que también por la tuya mientras leés estas frases y decís por dentro ¡qué hago leyendo esta idiotez!; pero a pesar de eso seguís, porque todos tenemos esa intriga medio masoquista de ver qué va a pasar más adelante, esa motivación medio riesgosa de seguir dando pasitos tímidos hasta pisar el palo que nos dé en la cara y comprobar lo que  rendernos. Bueno, quizás no todos sean así; yo sí sufro de esa actitud neurótica que se repite de manera tan rutinaria como el parpadeo de mis ojos (quizás no tanto pero otra cosa que me gusta hacer cuando escribo pavadas es exagerar).
Habrás podido notar que las líneas avanzan en sentido circular, y se vuelve a la misma idea, se repiten los circuitos, parece como si tus ojos volvieran a posarse sobre la misma frase como cuando intentás estudiar y volvés a leer mil veces el mismo renglón porque estás desconcentrado. Como dije antes, esto es un texto que se escribe solo, que domina a todo lo demás y al parecer siente un regocijo por hacerte sufrir, por retenerte en un estado de euforia y ansiedad molestísimos. No es mi culpa, yo ya te lo había avisado; sin embargo creo que soy un poco cómplice en todo esto y te hago sufrir a vos porque yo también sufro, y más después de haber leído ese mensajito de texto. Continúo: aferro mis anteojos una vez más; ya tengo casi una hoja de puras pavadas pero ahora sí tengo ganas de agregar algo nuevo, mis manos están cansadas, tienen ganas de apretar otras teclas, de abrirse a sentir otras cosas y hasta están tentadas de mantener apretado el delete hasta que quede la hoja limpia de nuevo. Vacía.
 ¿Qué necesidad tenemos siempre de rellenar nuestra hoja de idioteces “acumuladas”, de frases con combinaciones de palabras raras las cuales al simple aspecto parece que ocultaran un misterio profundo pero que en realidad son vanalidades sin sentido? Vos llenaste tu cabeza con las palabras que yo puse frente a tus ojos, yo llené esta hoja con párrafos que escribieron mis manos, esta hoja se manchó de letras que vos leíste y que yo pensé y que mis manos tipearon, pero sin embargo no aprendimos nada; ni vos, ni yo, ni mis manos, ni la hoja, ninguno de nosotros aprendió nada, seguimos siendo lo mismo que antes pero con un estorbo de palabras que nos agitan innecesariamente. Por eso ahora, de pronto, aparece esa necesidad de borrar todo, de escapar. Porque te sentís ahogado, abrumado por tantos renglones arbitrarios, por formalidades vacuas; estás aburrido del palabrerío, y te ponés fóbico, querés apretar DELETE, y FIN. ¿No te dás cuenta acaso que no ganás nada? Vas a borrar todo y pensás que con eso se acabarán tus problemas; o sino vas a dejar todo esto escrito, poner tu firma y pasar a otra hoja limpia para no abrumarte más: ésta sólo va a quedar como un recuerdo, quizás como un error del que te arrepentiste, quizás como una experiencia cómica, quizás como un motivo de orgullo. De cualquier manera, vas a dejar de escribir y vas a empezar de nuevo, otra vez al punto cero, a lo mismo, al igual que este texto que se escribe solo vuelve a la misma imagen del pañuelo y los anteojos. 
Quizás sea entonces que esa forma de lectura circular sí fue voluntaria, creada a propósito por tu conciencia, para que vuelvas a lo mismo y te encuentres cara a cara con esa rutina que te oprime pero que aceptas tranquilamente todo el tiempo, incansablemente. Creo así que esto debería dejar de llamarse cúmulo y denominarse “círculo”, tan simple como eso: por fuera, sus líneas, sigan una dirección o la contraria, vuelven siempre al mismo punto; parece que encerraran algo adentro, pero no se trata de una esfera sino de un círculo que está vacío, y que se compone nada más que de la apariencia armoniosa de sus líneas. Este texto es un círculo, por consiguiente, vos y yo somos ese mismo círculo vacuo. 

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