Eventos desafortunados en la UNLP

Años atrás en la secundaria todos deseamos alguna vez que ocurra algo milagroso para que el examen se pase para la otra semana o que la profesora sufra un leve accidente (siempre leve) que le impida llegar a clase y la lección oral quede suspendida. Fantasía de todo adolescente que la mayoría de las veces no se cumplía, pero si ocurría algo similar nos convertíamos en animales primitivos que gritaban y corrían por encima de los bancos con el gozo desbordando nuestras venas. Que se corte la luz en el colegio, que la profesora choque el auto, que se le pierdan las fotocopias de la prueba o que explote una bomba en la escuela...


Una bomba en la escuela? suena casi irónicamente imposible, pero parece que en la facultad no es concepto tan osado o quizás yo soy la yeta y todavía no me enteré. Paso a explicar en la línea siguiente.


Quedarse hasta las 3.30 a.m estudiando, con la carga de conciencia de saber que perdiste todo el sábado en la plaza, cantando canciones y hablando por teléfono. Es Domingo y no hay silencio más deprimente que el del domingo a la noche, cuando todos duermen tranquilos y vos vas por el quinto café y la décima hoja de un texto de treinta páginas. Se te cierran los ojos y encima te duele la cabeza, pero seguís leyendo inútilmente el resumen con la esperanza de asimilar más conocimientos y también con la perfecta noción de que sí pretendés dormir no vas a poder pegar un ojo hasta que tu cerebro sepa que leyó hasta la última página.


Despertarse con mejor humor aunque hayas dormido cuatro horas porque llegaste al punto de resignación y entendiste que es hora de sacarse el parcial de encima. Y vas feliz a la facultad, tomás un té y esperás la hora. Son pocos en la clase y los minutos pasan. La profesora no llega y te empezás a preocupar, pero no por mucho tiempo porque llega un simpático y por cierto muy risueño muchacho que nos comunica que "hay que desalojar el lugar porque hay amenaza de bomba".


Una amenaza de bomba!? OK, o es un chistecito y me están tomando por boluda o estoy en peligro de volar en pedacitos en cualquier momento; bajar las escaleras no me cuesta nada, e impedir perder la vida mucho menos. Nada fue tan asombroso y ridículo como ver a toda la facultad afuera, la gente parada a unos metros de la puerta, con variedad de gestos entre risa y susto, esperando nadie sabe a qué, cosa de que si explota todo ellos también salgan volando al infinito.


Recuerdo haber pensado quién habrá sido el malnacido que se rió después de colgar el teléfono y haberle hecho una "bromita" a la facultad de La Plata. Y yo, como una sufrida y desdichada me había quedado sin parcial y lo que es peor, había sacrificado mi vida social y mi sueño para aprobar el parcial imaginario que nunca llegó.


Cómico y triste. Más que triste, patético. Esto es de novela, pensé, y acá estoy pasándolo a tinta para no olvidar mi divertido Lunes de Junio, las caras de incredulidad de la gente y el milagro esperado durante toda la secundaria pero que se había concretado con un poco de demora.


Así es como al fin tuve mi primer anécdota bien plantada en la vida universitaria, después del café que se me calló en medio de la clase de Literatura mientras el profesor explicaba, y que fue seguido por una exclamación con entonación de "UUUUHH" de las 60 personas del aula, para que yo me sienta un poco más..."consolada"?. Sí, eventos desafortunados o fortunas eventuales, porque como todo, estos tienen también su parte buena. Lo único que realmente espero es que el gracioso responsable del chascarrillo no se tome la costumbre de divertirse de esa manera habitualmente, porque si eso ocurre mi dignidad va a terminar de enterrarse, y ni aunque me tire otros 10 café encima no voy a volver a ser tan irónicamente humillada.



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